10 años de Diades: Cómo el independentismo instrumentalizó el día de Catalunya

Según Juan Luis Arsuaga, hoy los catalanes estamos de suerte. Dice el paleontólogo que para cocinar una nación se necesitan dos ingredientes. No, no son un idioma, un territorio, ni siquiera un pueblo, sino una gastronomía y una derrota. Eso es precisamente lo que celebramos en la Diada de Catalunya cada 11 de septiembre: La derrota de Barcelona ante el ejército de Felipe V en 1714, la victoria de los Borbones en la Guerra de Sucesión y la aniquilación de las instituciones catalanas.

Este 2022 se cumplen diez años de la primera Diada masiva en décadas. Y ha dado mucho que hablar. La división en el independentismo ya es una herida abierta, supurando, que lo recorre todo, y en un día como hoy no hay doctor que valga. Lo vemos en la cúpula del procesismo, con Laura Borrás, nuestra imputadísima presidenta de Junts per Catalunya, que acudirá a la manifestación antes que el molt honorable Pere Aragonés, que con la excusa de volver a su papel institucional, se quedará en casa para no tener que enfrentarse a las masas enfurecidas; hasta en la parte más lúdico-festiva, con el encontronazo entre el consejo audiovisual autonómico, el CCMA, y Òmnium, organizadores del concierto Festadelallibertat, por manchar de política a los chicos de Eufòria, el Operación Triunfo catalán.

Ya no se acuerda nadie. Pero antes de los referendums y elecciones plebiscitarias, de la DUI-DIU, de la muñeca matrioska Torra, Puigdemont y Mas… Antes del Big Bang, a la pobre Diada no la quería nadie. En 2011, un año después de la asustaniños sentencia del TC, esa que según el relato independentista fue la chispa que lo prendió la indignación popular, solo acudieron 10.000 personas a la convocatoria; militantes de distintas organizaciones sin pancarta unitaria.

Sin embargo, en 2012 aparecen un millón de catalanes bajo el mismo lema “Catalunya, nou Estat de Europa” (Catalunya, nuevo Estado de Europa) en el Passeig Lluís Companys, en una manifestación convocada por la Assemblea Nacional Catalana (ANC), nueva organización independiente, surgida también por generación espontánea democrática entre 2011-2012.

En los años siguientes, el procesismo se puso creativo, y se sucedieron diversas performances, todas organizadas por la ANC: La Via Catalana per la Independència, una cadena humana de 400 km que atravesaba Catalunya; la Vía Catalana, en 2014, que formaba una gran V en las dos principales calles de Barcelona, que agrupó entre 500.000-1.800.000 según cifras oficiales; y la manifestación en 2015 por la Meridiana que además coincidió con el inicio de la campaña electoral de las elecciones catalanas el 27S.

Con un poco de perspectiva, esta cronología es, cuanto menos, sospechosa. El éxito de la Diada en años anteriores no es tan espontáneo y popular como se quiere hacer creer. Arqueòleg, un tuitero que despunta en los círculos de izquierdas contrarios al independentismo de la red social, elaboró un hilo que recoge muy bien el nacimiento de la ANC, y por tanto, del procés.

En él, incluye un hecho muy concreto: El 15 de junio de 2011, dos semanas después del brutal desalojo del 15M en Plaça Catalunya, el movimiento de los indignados había acorralado a Artur Mas y a Núria de Gispert, President de la Generalitat y Presidenta del Parlament respectivamente. Los protestantes obligaron a la cúpula del poder catalán a entrar a la cámara catalana en helicóptero para aprobar los Presupuestos catalanes, con una tanda de recortes bajo el brazo.

Este sin duda fue un punto de inflexión. A mí me gusta imaginar que el susto de muerte también enseñó una importante lección a Artur Mas y a su círculo: No podían mantener el poder ni recortar a sus anchas teniendo que lidiar un movimiento bastardo que los ponía al mismo nivel que al Gobierno central. Así que, se pusieron manos a la obra. Rompieron filas con el PP en Catalunya (sí, porque los dos partidos se quisieron y mucho), y dieron comienzo al procés, con el objetivo de encuadrar desde las tietes a los jóvenes antisistema en un solo bando, su bando.

Este sin duda fue un punto de inflexión. A mí me gusta imaginar que el susto de muerte también enseñó una importante lección a Artur Mas y a su círculo: No podían mantener el poder ni recortar a sus anchas teniendo que lidiar un movimiento bastardo que los ponía al mismo nivel que al Gobierno central. Así que, se pusieron manos a la obra. Rompieron filas con el PP en Catalunya (sí, porque los dos partidos se quisieron y mucho), y dieron comienzo al procés, con el objetivo de encuadrar desde las tietes a los jóvenes antisistema en un solo bando, su bando.

La maquinaria empieza a trabajar. El 10 de marzo del año siguiente, se constituye la Assemblea Nacional Catalana (ANC), la encargada de organizar el movimiento social de base para unificar al independentismo bajo una sola marca. Un movimiento en apariencia asambleario, independiente de los partidos. A pesar de eso, por supuesto, acompaña a Artur Mas en la matraca del Aspanyansrroba, como justificación de los recortes. La ANC marca la cita del 11 de septiembre de 2012, y como bien relata Víctor Saura, TV3 pone los altavoces: Horas y horas hablando sobre la manifestación de la Diada, meses antes, algo nunca visto.

Con el relato victimista montado, la explosión popular del millón de asistentes sirvió de excusa para convocar elecciones en las que Artur Mas quería repetir la actuación de Mariano Rajoy, y llegar a la ansiada mayoría absoluta. Sin embargo, Convergència perdió 12 escaños, y otros actores políticos ganaron fuerza, como Ciudadanos y la CUP. Pero el messias ya había sido nombrado, y finalmente el President fue reelegido gracias a los votos de ERC, que había ganado tantos diputados como perdió Convergència.

Moisés y imagen real para la campaña de CiU en las elecciones del 25N.

El resto ya es historia. Y tan historia. En 2021, el poder de convocatoria del independentismo sufrió un golpe brutal, con 108.000 personas manifestándose según la Guardia Urbana. La peor cifra de la década, y este año no parece que vaya a ser diferente. La instrumentalización de la Diada y sus performances ha sido un punto clave del procés: un pulso con el Estado para demostrar su fuerza popular. Ahora, la desmovilización evidencia el fracaso y la división de la cúpula. El monólogo ya está muy quemado, y cada vez tienen menos público en el teatro. Menos mal que El tietam: La última frontera del independentismo siempre se mantendrá fiel.

Feliç Diada!

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