Entrevista a Marcel Barrena, director de la película “Mediterráneo”

Marcel Barrena cuenta con tres películas en su filmografía: Mon Petit, (considerado por algunos críticos como uno de los mejores documentales del cine español), 100 metros y, Mediterráneo, actualmente en cartelera, en la que cuenta la historia de Óscar Camps, fundador de la ONG Open Arms, un socorrista de Barcelona que se queda profundamente conmocionado al ver la fotografía de un niño, Aylan, muerto en la playa de Lesbos, y decide marcharse a rescatar refugiados en la costa griega. Hablamos con Marcel acerca de su última película, la importancia del cine como altavoz para dar a conocer historias necesarias y el homenaje que hace en ella a los que prestan sus manos para hacer un mundo mejor.

¿Por qué decidisteis hacer «Mediterráneo»? ¿Por qué es necesaria un película así?

El cine es el mejor altavoz que hay para conectar a la gente con las historias, porque es un vehículo directo hacia la emoción, especialmente la ficción. El documental tiene elementos maravillosos y es mi género favorito, pero tiene unos límites de popularidad que no le permiten tampoco expandirse mucho. En cambio, la ficción te permite identificarte muchísimo más con los personajes y con las historias, te mete directamente en la piel del personaje. Por eso el cine es tan importante y es el mejor altavoz que existe desde que nació, desde las primeras exhibiciones públicas del cinematógrafo en el que la gente pudo entender algo que no había visto nunca.

Con esto de partida, al escuchar una historia como la de Óscar Camps yo tuve muy claro que tenía que usar mi oficio, mi vocación, para intentar mejorar algo las cosas. Es lo que yo puedo hacer, películas, no puedo hacer de socorrista en alta mar. Una historia tan importante como la de unos socorristas que ellos solos salvan a 60.000 personas lo tenía todo para invertir 5 años de mi vida.

En la película se habla de la importancia de la comunicación para dar a conocer a la gente lo que ocurre. ¿Qué responsabilidad hay desde los medios de comunicación y el cine respecto a las injusticias? Lorca dijo: «En este momento dramático del mundo el artista debe llorar y reír con su pueblo. Hay que meterse en el fango». ¿Estás de acuerdo?

Sí y tanto. Pero creo que la responsabilidad va más hacia los medios de comunicación, son los que deberían contar lo que ocurre en la realidad. Los artistas pueden hacer interpretaciones de lo que ocurre o pueden posicionarse desde un sitio más personal. Creo que los medios y el arte son diferentes, aunque cada vez son más parecidos en cuanto a que los medios son más personales y están dirigidos más hacia lo ideológico que hacia la verdad. Los medios siguen siendo fundamentales para contar lo que ocurre. Ahora el problema que tenemos es que se cuentan demasiadas cosas, hay sobreinformación, entonces se desvirtúa la noticia en sí y se deshumaniza. No se profundiza en las cuestiones porque aparecen otras nuevas rápidamente.

En los medios, la información debería ser más imparcial, el arte sí que se permite ser más parcial. No sé si es una obligación del artista meterse en un tema social, pero entiendo que alguien que se dedica al arte tiene la sensibilidad.

Hay una escena en la cual los protagonistas descubren que los inmigrantes destruyen su propia embarcación para que les rescaten y poder entrar como refugiados en el país, porque si no son inmigrantes ilegales. Al investigar habréis ido descubriendo cuestiones que no conocíais y que apenas han salido a la luz, como esta.

Lo que más te sobrecoge al meterte en el tema es humanizar al otro. Ya no hablas de refugiados, de sirios, son personas con nombres y apellidos que hasta hace poco estaban estudiando cine o buscando guardería, o viendo la misma serie que tú. Ya no ves forasteros o números, ves personas, estás ahí en los campos de refugiados y te cuentan que eran profesores y una bomba destruyó su escuela, son personas de verdad. Es una cultura muy parecida a la nuestra. Cuando yo era pequeño, en los 80, al hablarnos de pobreza se referían a África y lo deshumanizaban. Veías fotos de tribus y pueblos, sentías empatía y dolor, pero quedaba muy lejos. En este conflicto, estás ahí con los refugiados y piensas: “somos nosotros, son como nosotros. No hay diferencias.” Esto lo extrapolas a todo el mundo y piensas: “qué estupidez, todos somos iguales”.

En España ya pasó con la Guerra Civil, si hubiera otra, acabaríamos yéndonos a Francia con nuestros portátiles y Iphones. Entonces a lo mejor vendría un francés y te diría “vete de aquí, moro de mierda”. Es lo que está pasando. La película ayuda a ponerles rostro, no es lo mismo que te digan que cientos de personas han cruzado el Mediterráneo, a que hablen de Ahmed, de catorce años, que podrías ser tú o tu hijo.

La película ayuda a ponerles rostro a los refugiados. El cine es el mejor altavoz para conectar a la gente con las historias

Es una película valiente que no teme nombrar a algunos de los culpables del drama de los refugiados como Frontex y la UE. ¿Hubo mucha labor de investigación detrás para poder señalar culpables y dar conciencia a los espectadores?

Aquí hay muchos culpables. El problema de raíz es básicamente no destruir esos países para tu confort, no generar un conflicto vendiendo armas a cambio de beneficios, porque entonces generas esta situación. Yo no creo que nadie disfrute con esto, pero sí que hay unos centros de poder que permiten que esto pase.

Lo que podríamos hacer los ciudadanos de a pie, a quien nadie nos ha preguntado y no tenemos responsabilidad voluntaria de esto, es generar más empatía y humanidad hacia esta gente que es como la nuestra y que tampoco ha decidido sobre lo que les pasa, evitar discursos de odio, de exclusión, buscar soluciones para darles más dignidad.

Es lo que cuenta la película sobre la gente del pueblo, la señora del hostal de Lesbos de la película es una persona real. Contaba que el primer día llegaron tres personas y les dio una habitación en su hotel, al día siguiente llegaron diez personas más y les acogió también, pero es que al siguiente día llegaban quince más y ya no tenía habitaciones. Ella les acogía pero decía: “¿A mí quién me paga? Estoy perdiendo clientes y les pago la comida, las toallas… ¿Quién me ayuda a mí?” El problema está cuando los países vuelcan la responsabilidad en la gente. No le puedes decir a una señora que cuide de 400 personas y se encargue de sus gastos. La gente quiere ayudar pero tiene respuesta limitada, tiene que ser una cuestión supranacional, que se encarguen los dirigentes.

Óscar y Gerard, dos socorristas, deciden rescatar refugiados ante la decisión de los Estados y la UE de dejar morir a tanta gente. Además del poder de la comunicación, en la película se ve claramente el poder de la gente organizada.

En la película hay un homenaje a los oficios, a la vocación. Los protagonistas tienen un oficio que es ser socorristas, lo que podían hacer era rescatar gente, y lo hicieron. Por ejemplo, tú eres periodista y estás invirtiendo tiempo en hablar de esta película cuando podrías hacerlo de otra cosa, te estás mojando. Yo hago películas y podría haberla hecho de otro tema, pero lo hice de esto. Los socorristas en vez de nadar en un sitio lo hacen en otro. Como tanta otra gente. La idea es, ¿Qué podemos hacer cada uno desde nuestro oficio, desde lo que sabemos hacer, para ayudar a los demás? A los refugiados y a quién sea. La idea era dignificar los oficios, transmitir que todos podemos hacer algo.

Quiero recalcar que no es una película oscura, es una película de luz, esperanza, de gente buena que hace cosas buenas. No enmarcarla solo dentro de un dramón, sino en positivo, habla de gente nuestra que hizo cosas enormes y que sigue haciéndolo, además es una película también de acción, aventura, mucha emoción… es un drama, pero hay luz.

En la película se compara la problemática humanitaria de los refugiados con un elefante, una cuestión que casi nadie ve en su conjunto, sino partes sueltas, lo que dificulta comprenderlo. ¿Son los conflictos de los que huyen y los que se benefician de ellos las partes más ocultas del elefante?

Sí. Las armas son españolas, francesas o italianas, los países las venden y ellos se atacan, lo que genera oleadas de gente que huye. Ver el elefante entero es complicado, de hecho nosotros no lo vemos, la película no da respuestas a cómo se soluciona esto. A mí me parece que la cuestión es no generar una guerra o un conflicto, pero a lo mejor es una visión muy simple, a saber qué se cuece detrás de esos despachos. Lo que sí es elemental es que a un naúfrago a la deriva hay que rescatarle, lo dice la ley. Hemos hecho una película de gente que cumple la ley. Normalmente las película épicas o de lucha social es gente que incumple la ley para demostrar que es injusta, aquí no, hemos puesto el foco en unos tíos tan poco radicales que son los que cumplen la ley.

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Marcel Barrena es el único director cuyas tres primeras películas han sido nominadas en los Premis Gaudí en sus mayores candidaturas posibles.

En un momento de la película, Óscar Camps dice: «El efecto llamada lo hace la UE vendiendo armas a Siria». Es una buena respuesta a cierto sector político que acusa a los que salvan vidas de «atraer a los inmigrantes».

Sí, es un sector ultraradical racista, xenófobo, cuya ideología se basa en el odio y en el miedo. Crean fake news, juegan con la ignorancia para generar miedo y odio. Yo estoy seguro de que los que están detrás de ese sector saben perfectamente que a un náufrago hay que rescatarle, pero lo usan para su beneficio, son vampiros de la ignorancia. Crean enemigos a la gente para que les teman, todo basado siempre en la mentira.

Nosotros no queríamos hacer una película política, creo que no lo es, es una película humana. Yo creo que no hay ninguna persona a favor de dejar a un niño morir en el mar, pero se pueden decir muchas cosas sin decir eso que van en la misma dirección. A Open Arms y las organizaciones que ayudan les llaman “traficantes de personas” y dicen que ayudan a las mafias. Hay que empezar a desenmascararlo porque juegan con la ignorancia.

¿Cómo fue rodar en el mar y con tantísimos actores en el agua?

Fue muy complicado. En el mar si estás rodando un plano y tienes que hacer un contraplano, cuando giras la cámara ya no hay decorado porque el mar se lo ha llevado. Ha pasado una nube y tienes sombra, hay oleaje y después ya no… metes a trescientas personas en el agua que tienen frío, luego calor y sed. Después los temas de seguridad, varias cámaras cayeron al agua y tuvimos dos huracanes. Dani Rovira salía de la radioterapia. Fácil no fue. Además no había tiempo, al final lo que necesitas en un rodaje es tiempo.

Los americanos, con los presupuestos tan grandes que tienen, lo que hacen es comprar tiempo. En un rodaje de una película de Hollywood en un día te pueden hacer un solo plano, nosotros en un día tuvimos que hacer cuarenta, solo teníamos seis semanas y media para rodar la película. Esta película en EEUU serían cuatro meses. Esto te genera ir rápido, tensión, accidentes… tuvimos que convivir con el caos.

Mediterráneo ha sido una de las preseleccionadas, pero al final no será la que represente a España en los Oscar.

Hay que poner las cosas en perpectiva, es mi segunda película y competíamos con Pedro Almodóvar y Fernando León. Yo creo que la nuestra por tema y por internacionalidad tenía mucha potencia y por eso nos metimos entre las tres preseleccionadas. Podrían haber salido cualquiera de las tres, la nuestra era más la sorpresa porque detrás no había un gran nombre de director, pero a nivel de película podía competir muy bien.

Mediterráneo habla de gente nuestra que hizo cosas enormes y que sigue haciéndolo. Es un drama, pero hay luz

¿En el futuro te planteas volver a hacer una película que trate una problemática social?

Sí, y tanto, si la historia es buena y puedo aprender de ella, y puedo ayudar a que la gente aprenda. No pongo ningún filtro, si la historia es buena yo querré contarla, si no se ha contado antes. Tuve la suerte de que estos socorristas eran casi vecinos míos, vivían en Barcelona como yo, habían hecho algo muy grande y nadie lo había contado antes. Lo que te da esto esto no se puede igualar, los viajes a Lesbos, conocer a los refugiados, escuchar sus historias y las de Óscar y los socorristas, te da tanto. Te metes en un sitio donde nunca habías pensado estar como es un campo de refugiados. Si la historia es bonita, grande y yo sé hacerla o me veo con energía, sí, seguro.

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