Roger Rabbit y el alma del cine negro. En 1988, Robert Zemeckis lanzó al mundo una obra maestra irrepetible: ¿Quién engañó a Roger Rabbit?

En 1988, Robert Zemeckis lanzó al mundo una obra maestra irrepetible: ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, un film que, bajo su apariencia de comedia de animación, es en realidad un profundo tributo al cine negro clásico, ese género que, siempre exploró las heridas abiertas del capitalismo, la corrupción y la desesperanza.

Ambientada en el Hollywood de 1947, la película fusiona actores de carne y hueso con personajes de animación en una proeza técnica aún impresionante, pero su verdadero corazón late en su estructura profundamente noir: un detective cínico (Eddie Valiant, interpretado por Bob Hoskins), una femme fatale (la mítica Jessica Rabbit), y una trama de conspiraciones inmobiliarias que oculta intereses turbios y mafias disfrazadas de progreso.
No es casualidad que, como el cine negro clásico, Roger Rabbit retrate una ciudad carcomida por las ansias de especulación y control, donde los inocentes —en este caso, los dibujos animados, o «toons»— son solo otra víctima del engranaje de poder.

Siguiendo los ejes del mejor cine negro, Zemeckis y los guionistas Jeff Price y Peter S. Seaman nos presentan un mundo donde el sueño americano es apenas un decorado. La corrupción es sistémica; la brutalidad policial se muestra abiertamente; el crimen y el poder caminan de la mano. Como en Grupo 7, donde los métodos sucios reflejan una ciudad en descomposición moral, en Roger Rabbit no hay ilusiones: tras la fachada colorida se oculta la oscuridad del negocio.

Y sin embargo, ¿Quién engañó a Roger Rabbit? también es una celebración de la resistencia. A través de su humor salvaje, su sátira ácida y su mirada crítica, la película convierte el grito desesperado del cine negro en un canto vibrante contra la deshumanización. Roger Rabbit, con su candidez casi revolucionaria, se niega a ser devorado por el sistema. En ese gesto de insumisión, el film conecta de manera subterránea con las grandes luchas de los marginados en la cultura popular.

Treinta y cinco años después, ¿Quién engañó a Roger Rabbit? no solo se mantiene como una hazaña cinematográfica, sino también como una declaración artística radical. Una película que, en su delirio y su ternura, sigue recordándonos que bajo las luces de neón también habitan las sombras de la injusticia.

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