Vito Quiles y su gira universitaria: un espectáculo reaccionario al servicio del marketing ultra

El autodenominado agitador fascista Vito Quiles está protagonizando lo que podría calificarse como una imitación burda del modelo de Charlie Kirk que recorre campus públicos con provocaciones, discursos de odio y provocaciones simbólicas. Pero lejos de permitirle circular sin respuesta, la reacción de las universidades y del estudiantado está mostrando que la democracia universitaria puede plantar cara. En esta entrada abordamos cómo las instituciones académicas han denegado su presencia, cómo el estudiantado ha respondido con movilización, y cómo en algunos casos la actuación policial ha cruzado líneas que merecen condena.
La copia barata de Charlie Kirk
Quiles pretende proyectarse como “el tipo que entra a las universidades”, busca titulares, monta escenario, apela al discurso identitario, al nacional-patriotismo, al rechazo a la inmigración y al relativismo de derechos. En el fondo, es una versión doméstica, low-cost, de lo que Charlie Kirk representa en EE.UU.: un show ultraconservador dentro de un entorno universitario.
Por ejemplo, en su visita al campus de Universidad de La Laguna (ULL, Tenerife), el rectorado negó la autorización al acto. Quiles, sin embargo, se dirigió con megáfono a sus seguidores en el aparcamiento de la Facultad de Derecho, proclamando “Arriba España”, insultando al presidente del Gobierno y lanzando proclamas contra la inmigración. Este guion lo repite en otros campus: montaje, escenografía, provocación consciente. Pero queda claro que no se trata de “debate plural” — se trata de difusión de un discurso que, “atenta contra los derechos humanos, contra la igualdad o la dignidad de las personas”. La demanda de estos eventos parece más afín al show mediático que al intercambio académico serio. Ya no hablamos de contraste de ideas sino de provocación planificada.
La actuación ejemplar de las universidades
Ante este tipo de performance politiqueo, es alentador ver cómo al menos algunas instituciones universitarias han puesto freno. Muchos rectorados han comunicado que ellos no han autorizado el acto porque “su obligación es velar por la seguridad y la convivencia”. Esa posición es importante pues marca que un campus no es escenario libre para discursos de odio, que la libertad de expresión no puede ser excusa para propagar desinformación o menoscabo de derechos fundamentales. En universidades como la Universidad Complutense de Madrid (UCM) se produjo una respuesta institucional: a pesar del cordón policial, un grupo ultraderechista accedió al edificio de Ciencias Políticas y protagonizó actos vandálicos y amenazas. La facultad emitió un comunicado de condena señalando que el campus debe ser un espacio de reflexión académica, no de provocación fascista. Este tipo de actuación universitaria –negar la autorización, definir claramente los límites– es la que conviene destacar como buena praxis para preservar la autonomía y dignidad del espacio universitario.
La movilización del estudiantado: canciones, escraches, combate al discurso fascista
Las verdaderas heroínas y los verdaderos héroes en este escenario han sido los estudiantes. Frente al espectáculo de Quiles, colectivos de todas las universidades convocaron concentraciones denunciando que “viene a difundir odio, a difundir un discurso basado en mentiras”. Y con buenas razones: el estudiantado coreó consignas como “Fuera fascistas de las universidades” o “Facha de Aliexpress a tu casa de una vez”, que sintetizan la rabia y la ironía frente al oportunismo ultraderechista. Ese nivel de movilización es el que demuestra que los campus no están resignados: no son escenarios pasivos a los que se puede ir a “montar show”. El estudiantado actúa: vocal, crítico, en la calle, defendiendo la universidad pública. Y eso merece ser destacado con orgullo.
Condena de la actuación policial
Ahora bien: no todo en la reacción institucional ha sido impecable. Algunas universidades información a la Delegación del Gobierno tras constatar “la inacción de las fuerzas de seguridad, que escoltaron al ultra mientras se incitaba a la violencia”. En ese mismo escrito, se denunció que estudiantes que protestaban fueron retenidos “bajo amenaza de carga policial si intentaban moverse”. Esto es grave. Porque la policía no puede convertirse en garante del show fascista mientras reprime a la protesta legítima y pacífica. Y menos aún cuando la actuación amenaza los derechos de manifestación, ausencia de provocación, libertad de expresión crítica. Por tanto: sí a la contención del discurso fascista; sí al orden público; pero no a que la policía actúe con doble rasero, ni a que se criminalice la protesta pacífica frente al espectáculo de odio. Una universidad democrática exige actuaciones policiales que garanticen derechos, no que blinden a ultraderechistas o que repriman a quienes alzan la voz.
Reflexión final
Lo que está en juego es mucho más que una “visita polémica” de un agitador de ultraderecha. Es la integridad misma de la universidad como espacio de pensamiento crítico, convivencia plural y defensa de los derechos humanos. Cuando figuras como Vito Quiles acceden a los campus bajo la excusa de “libertad de expresión”, lo que ofrecen es provocación, no debate; espectáculo, no reflexión.
La buena noticia es que vemos resistencias visibles: universidades que establecen límites, estudiantes que no se resignan, protestas que se organizan y consignas que desafían al autoritarismo emergente. Los campus públicos pueden y deben seguir siendo bastiones del pensamiento libre, no plataformas para la normalización del fascismo.
Ahora queda a los medios, al profesorado, a la comunidad universitaria en general, vigilar, acompañar, apoyar —para que este tipo de “giras” no acaben convirtiéndose en un trampolín para la normalización del discurso de odio.
