Pepe Mújica, El adiós de un gigante

Con la muerte de José «Pepe» Mújica se apaga una de las voces más lúcidas, humildes y rebeldes de la izquierda latinoamericana. Un referente internacional que llevó la política al terreno de la ética, la coherencia y la dignidad.
Hoy lloramos, sí. Pero también recordamos con orgullo a quien fue guerrillero, preso político, presidente y, por encima de todo, un compañero. A los 89 años y tras una larga batalla contra el cáncer, Pepe nos deja. Pero se va habiendo visto algo que le dio paz: el regreso del Frente Amplio al poder en Uruguay, con Yamandú Orsi como presidente.
Desde su modesta chacra hasta la ONU, desde las cárceles de la dictadura hasta el Palacio Presidencial, Mújica nunca dejó de ser el mismo: un tipo sencillo, con los pies en la tierra, el corazón del lado de los humildes y la cabeza puesta en un mundo más justo.
Su legado está en las leyes que impulsó, como la legalización de la marihuana o el matrimonio igualitario. Pero también está —y quizás sobre todo— en su forma de hacer política: con ética, con renuncia a los privilegios, con verdad y sin miedo al qué dirán.
Pepe fue incómodo para los poderosos y entrañable para su pueblo. Recibió visitas de Lula, lideró con dignidad y se despidió con valentía. “Hasta acá llegué”, dijo hace unos meses. Pero la historia, la de verdad, ya lo había anotado hace rato entre los imprescindibles.
Hoy América Latina está llena de gobiernos que, como él, enfrentan los mandatos de Washington, redistribuyen riqueza y promueven la integración regional. Y es que Mújica no solo deja huella en Uruguay, sino en todo un continente que camina con la frente en alto.
Gracias, Pepe. Por demostrar que la política puede ser otra cosa. Por no venderte nunca. Por enseñar que la coherencia es también una forma de resistencia.
La tierra te sea leve, compañero.