Imperialismo interactivo

juegos de guerra

“¿Democracia? Democracia… Democracia no es lo que necesita la gente. De hecho, ni si quiera la quiere. Estados Unidos ha intentado instaurar la democracia en países durante siglos. Y nunca lo ha conseguido (…)”. 

Jonathan Irons
Call Of DutyAdvanced Warfare


Desde los primeros videojuegos creados allá por los años 50 utilizando rústicos mecanismos, hasta las grandes superproducciones Triple A de millones de dólares, el mundo del entretenimiento digital ha evolucionado y se ha desarrollado hasta llegar a ser una industria muy prolífera y con un potencial de ganancias que muchas empresas están aprovechando.

En mayor o menor calibre, esta industria les ha robado un hueco a otras del sector cultural como el cine y la literatura. Esto es un hecho que, obviamente, no dejaría indiferente a numerosos monopolios y a nuestra amiga del primer mundo, Estados Unidos. Y hay un caso especial en todo esto: los videojuegos bélicos.

A medida que los videojuegos en general han ido evolucionando hacia propuestas más realistas hemos visto cómo triunfan cada vez más aquellas que buscan plasmar en nuestra pantalla conflictos ficticios, que bien podrían darse en este mundo en el que vivimos a nada que un ligero brote de locura tome el control de aquellos que nos gobiernan.

Un ejemplo clarísimo, y además el que dio el boom a esto, es la saga Call Of Duty¸y en concreto la subsaga Modern Warfare desarrollada por Infinity Ward y publicada por Activision. Los desarrolladores de Infinity Ward fueron decidieron dejar atrás la temática de los videojuegos de la IIª Guerra Mundial (temática imperante hasta entonces) y apostar por la guerra moderna.
En Call Of Duty 4: Modern Warfare (juego con el que comenzó lo dicho anteriormente) encarnamos a un marine de los EEUU y a un miembro de las fuerzas especiales británicas. Claramente, había que encontrar un enemigo, un malo malísimo que no le importe al jugador acabar con él. ¿El resultado? Oriente Medio y los ultranacionalistas rusos. Las entregas posteriores se encargaron de desarrollar este concepto haciendo que, por ejemplo, los enemigos antes mencionados se encarguen de hacer estallar la IIIªGuerra Mundial y seamos nosotros, encarnando a distintos personajes de países del segundo mundo y EEUU, los encargados de acabar con esta amenaza.
Otro buen ejemplo, también del estudio de Infinity Wardes el título de Call Of Duty: Ghosts donde somos soldados americanos luchando por la libertad en una EEUU asolada por la destrucción debido a unos enemigos que, como dicen en el título, avanzaron desde el sur del ecuador.

Pero esto no acaba aquí. La archienemiga norteamericana, China, también tiene su papel en este mundo. Y es que los chicos de DICE-EA encontraron en China todo un filón que explotar para su saga Battlefield al presentar al gigante asiático como el enemigo natural dada su rápida expansión económica y su ambición a nivel político, económico, territorial y cultural.

Poco son los blockbusters bélicos que llegan a mostrarnos las carencias de la visión imperialista norteamericana. Y cuando lo hacen, utilizan excusas como engaños, extorsiones, etc., para justificar algún acto “drástico” y “poco moral” por parte de los países afines al pensamiento norteamericano.

Obviamente hay excepciones como en Spec Ops: The Line donde se huye del arquetipo del soldado patriótico y perfecto, y se presentan personajes más realistas; con dudas de si lo que están haciendo es lo correcto y que incluso se cuestionan valores básicos de la sociedad. Sin embargo, lo general es mostrar al héroe de turno pro-yankee que permita que la popularidad de las Fuerzas Armadas crezca como la espuma.

No se critica el hecho de que, como obras ficticias, sea necesario contar con una figura que cargue con el papel de antagonista. La verdadera cuestión es: ¿Se trata de una representación realista del mundo actual? ¿Hay algo más detrás de la mera elección de esos enemigos? Pues, como no podía ser de otra manera, nos están vendiendo una versión unilateral de la realidad. Una versión basada en una ideología. Siempre seremos el heroico soldado yankee. Bueno, y si nos tocase el papel del malo, siempre nos tocará sumirnos en un pesadísimo conflicto moral. 

Los videojuegos son un producto cultural que, entre otros aspectos, a veces emulan el mundo real; de hacer que el jugador interactúe con este mundo. Un mundo con miedos e inquietudes. Pero, partiendo desde el punto de vista unilateral proimperialista que se nos propone en la mayoría de títulos bélicos, los miedos e inquietudes estarán basados en los valores de ese pensamiento imperialista. ¿Por qué no mostrar las dos caras de una guerra?, ¿podría el mostrar esto cambiar nuestra percepción de la guerra, de su origen y sus fines? ¿No sería esto un problema para la superpotencia norteamericana? ¿Al servicio de qué idelogía están? No hay mucho esfuerzo detrás de contestar a estas preguntas. Cada vez es más claro que el proyecto imperialista llega a todo, incluyendo a los videojuegos.

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