¡Basta de mirar hacia otro lado ante el acoso escolar!

0
¡Basta de mirar hacia otro lado ante el acoso escolar!

En los pasillos y patios de nuestros institutos se repite una indignante realidad: el acoso escolar, también conocido como bullying, continúa destrozando vidas mientras las instituciones permanecen demasiado tiempo en el papel de espectadores. Esta situación —que afecta a jóvenes de todas las edades y contextos— exige un cambio urgente.

Según datos recientes, tres de cada diez estudiantes ha experimentado algún tipo de acoso escolar durante el curso, y más del 70 % de estos casos ocurre en el propio centro educativo. Encima, muchas de las normas y protocolos que existen para proteger a las víctimas siguen siendo, en la práctica, reactivas y poco eficaces.

Una joven de 14 años — Sandra Peña — perdió la vida tras sufrir acoso en su centro educativo y ver cómo el protocolo correspondiente no se activaba. Su drama no fue una excepción, sino un síntoma de lo que ocurre cuando se normaliza la violencia, se minimiza el sufrimiento y se ignora el grito de ayuda.

¿Qué estamos haciendo mal?

  • Los centros educativos, las administraciones y la comunidad en general no están dotando de recursos suficientes para atajar el problema: no bastan charlas puntuales, se necesitan actuaciones estructurales.
  • Los protocolos son mayoritariamente reactivos, es decir, actúan cuando ya se ha producido el daño grave. Muchos expertos los comparan con “apagar fuegos” en lugar de prevenirlos.
  • Persisten prejuicios: se banaliza el acoso (“son cosas de críos”), se culpa a la víctima o se tiende a ocultar los casos para no dañar la imagen del centro educativo.
  • Mientras tanto, las víctimas se sienten solas, sin redes de apoyo y expuestas a sufrir consecuencias graves de salud mental que podrían durar años.

¿Y qué alternativa concreta se propone?

  1. Que ningún joven quede desprotegido. Ninguna persona debería verse abandonada frente al acoso. Necesitamos entornos educativos, sociales y políticos que ofrezcan acompañamiento, protección y validación del sufrimiento.
  2. Un sistema que responda de verdad. Ya no se puede dejar la responsabilidad únicamente en profesorado o tutores aislados. Es imprescindible inversión pública real: psicólogos, orientadores, mediadores en todos los centros. Protocolos que funcionen y no queden en papel mojado.
  3. Reconocer que el acoso es parte de una violencia estructural. Violencia de género, racismo, LGTBIfobia, precariedad… Todo ello se filtra en las dinámicas de acoso escolar. Y lo que digamos con “basta” debe ir acompañado de una apuesta por una educación pública, gratuita, segura y democrática.
  4. La movilización como herramienta de transformación. Salir a la calle, manifestarse, exigir derechos: la acción colectiva es clave para decir que no aceptamos que la juventud quede huérfana de protección. Una huelga, una manifestación, una campaña pueden sacudir el silencio y obligar al sistema a moverse.

¿Por qué esta alternativa nos importa?

Porque ya no se trata de “un caso aislado” o “una etapa difícil de pasarse”: se trata de vidas humanas que quedan fracturadas, invisibilizadas, abandonadas. Y es militancia política decir que esto afecta a nuestra generación, al presente y al futuro de una sociedad que afirma valores de justicia, igualdad y solidaridad.

Es indignante que se prometa “centros seguros” y, sin embargo, siga siendo habitual que la víctima tenga que cambiar de colegio o quedarse sin atención psicológica. Es indignante que los protocolos existan pero no se activen, que los recursos no lleguen y que la prevención siga detrás de la reparación.

¿Y ahora qué podemos hacer?

Jóvenes, familias, docentes, comunidad entera: no podemos cruzarnos de brazos. Aquí algunas acciones concretas:

  • Exige a tu centro educativo o instituto que publique su protocolo contra el acoso y que se garantice su aplicación – que no quede en una carpeta sin uso.
  • Apóya campañas de movilización o únete a ellas: mostrar que estamos hartos de la inacción puede mover estructuras.
  • Exige que haya profesionales (psicólogos/as, orientadores) permanentes, y no solo “cuando hace falta”.
  • Si eres testigo de un acoso, actúa: el silencio refuerza al agresor y deja a la víctima aún más sola.
  • Replantea la conversación sobre respeto, diversidad, empatía – en casa, en el aula, en línea. No basta con decir “no al bullying”: hay que educar en convivencia real.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *